La guerra extraterrestre
En todos los pueblos de Francia,
hasta en la aldea más alejada de cualquiera de estas perdidas montañas,
encuentro un monumento de homenaje a los caídos en la guerra del 14.
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Aquella guerra, que fue un fracaso del internacionalismo pacifista,
segó, en aras del imperialismo capitalista más atroz,
la vida de millones de europeos de uno y otro país.
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En cualquiera de los pueblos más remotos de estos desfiladeros
veo las listas de los habitantes muertos en la Gran Guerra,
aquella que se creyó que pondría fin a todas las guerras.
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En estos territorios alpinos fronterizos
que han pertenecido a muchas patrias,
algunas desaparecidas y otras actuales,
quedan todavía muchos restos de aquellas contiendas:
castillos, cuarteles, búnkers, túneles, …
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Solo veinte años después, en el mismo escenario,
la Segunda guerra mundial
y sus atrocidades dejó pequeña a Gran Guerra del 14.
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Tal como nos han recordado algunos economistas recientemente,
solo la segunda guerra mundial,
además de acabar con el nazismo,
pudo poner fin a la época de recesión económica
iniciada en el Crack del 1929.
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Casi cien años después,
la guerra del 14 se ha convertido en motivo turístico,
con la creación de numerosos museos
dedicados al valor de los combatientes
que lucharon en cada lado de la frontera.
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Este fenómeno no sería tan dramático
si estos días no hubiera leído una noticia estremecedora.
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Un premio nobel, Paul Krugman, afirmó hace unos días,
sin ruborizarse, que solo una invasión extraterrestre
nos podría hacer salir de la crisis económica actual.
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Que un premio Nobel,
al que la Academia sueca no ha repudiado,
diga tal aberración
y yo lo pueda oir gracias a su difusión
por los medios de comunicación
solo puede significar una cosa:
que tanto el premio Nobel,
como la Academia sueca y los periodistas
están como una cabra.
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Aunque también puede significar,
por eso se atreven a decirlo,
que los Think tank de los generadores de la crisis actual
ya están pensando cómo conseguir
que la mitad de la clase obrera mundial mate a la otra mitad,
sin distinción de raza ni nacionalidad,
eso sí, echándole la culpa a los extraterrestres.
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Una guerra de ese calibre haría que muchos de nosotros
nos vieramos inscritos en un monolito a la guerra extraterrestre
en aquel fantástico lugar que cada uno escogió para nacer,
por remoto que este sea.
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- ¡¡Eh, tú!!. ¡Que yo no escogí ningún lugar fantástico para nacer!
- ¡¡Bah!!, Pues bastaba con que hubieras escogido bien a tus padres.
- ¿? ¡¡Eh, tú!!. ¡Que a los padres no se les puede escoger!
- Pues entonces ocúpate de escoger bien a tus gobernantes,
no sea que acabemos tú y yo en las listas de la guerra extraterrestre.
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Muchos kilómetros después de haber visto
el primer monumento a los caídos del 14,
y de haber visto muchos otros,
de haber pensado en unas y otras guerras
y en los nexos que unen la economía y la guerra,
me encontré en Bramans
una curiosa muestra de las relaciones
entre la primera y la segunda guerra mundial.
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-”en esta
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“En esta cara, los impactos
de los fragmentos de un obús
son un recuerdo
de junio de 1940″
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