Maravillas del Aller

Ruta trail para visitar las joyas

del Valle del Aller en Asturias

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No os asustéis, no es una falta de ortografía.

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Con la ruta de hoy, que hago en solitario, me propongo visitar

algunas de las maravillas del concejo de Aller, no de ayer.

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El río Aller, que baja torrencialmente de la cordillera,

discurre  junto a la carretera que sube al puerto de San Isidro,

da el nombre al valle y al concejo,

y en sus orillas se encuentran pueblos

como Moreda, Cabañaquinta o Felechosa.

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El valle del río Aller, situado en el centro de Asturias, 

ha tenido una clara orientación minera en el pasado siglo.

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Por eso, frecuentemente asociamos su nombre

a los castilletes mineros, con los que subían y bajaban

los materiales y los mineros al fondo de la mina,

ya sean antiguos

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o más modernos

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Junto a ellos crecieron, apiñadas en la ladera,

las viviendas de los mineros de estos pueblos,

que, ahora, tras el progresivo abandono de las explotaciones,

van despoblándose lentamente.

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Pero en los valles mineros del centro de Asturias

no solo hay y ha habido minas y mineros.

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Anteriores a los cambios impuestos por la industrialización,

perduran en el valle de Aller unas cuantas joyas de otras épocas

que para los habitantes de este concejo tienen profundo significado

y que pueden ser interesantes para el viajero.

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Si nos internamos en el valle viniendo desde Oviedo

a dos kilómetros escasos del desvío de Ujo,

en el que tomaremos la dirección a Moreda y Cabañaquinta,

nos encontramos el poblado minero de Bustiello.

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El poblado minero de Bustiello, hoy rehabilitado y bien señalizado,

es un ejemplo de ciudad jardín promovido por los propietarios de las minas

con el fin de alojar a los obreros en condiciones de vida adecuadas

y alejarlos de las ideas socialistas y anarquistas

que eran críticas con el capitalismo.

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Es un buen ejemplo urbanístico y arquitectónico de un experimento social

de tipo paternalista promovido por el propietario de Hullera Española,

empresa que condicionó el poder local y la organización territorial de este valle

en el siglo XIX y parte del XX.

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Con este poblado, la empresa  pretendía,

no solo mejorar la vida de los mineros,

sino controlar todos los aspectos de su vida:

la vivienda, el abastecimiento, su educación,

la salud, el tiempo libre… y sus ideas.

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El poblado, construido entre 1890 y 1925 por la Sociedad Hullera Española,

cuyo presidente era el segundo Marqués de Comillas, Claudio López Bru,

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contaba con todo lo necesario para los obreros y sus familias,

ya que Bustiello disponía de viviendas con jardín,

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economato de la empresa y casino

donde se promovía el teatro, el cine, el canto coral y la lectura,

unas escuelas convenientemente separadas para niños y niñas

regidas por los Hermanos de La Salle,

y una iglesia.

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Las viviendas reproducían fielmente la jerarquía social dentro de la empresa,

ya que las más grandes y alejadas de la humedad del río

se reservaban para los ingenieros.

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Bustiello contó con el primer sanatorio construido en España por una empresa,

situado al otro lado del río a conveniente distancia del poblado

para evitar la difusión de epidemias.

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Claudio López Bru (1853-1925), segundo Marqués de Comillas,

hizo una gran fortuna gracias a sus numerosas empresas,

entre las que se contaban bancos, minas y navieras.

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También apoyó intensamente a la iglesia católica

terminando la Universidad Pontificia de Comillas, iniciada por su padre,

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o promoviendo en España el sindicalismo católico

como alternativa a los sindicatos de ideas socialistas y anarquistas.

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Hoy se encuentra en proceso de beatificación por la Iglesia católica,

y parece que se olvida que parte de la fortuna que hicieron,

tanto su padre, Antonio López López, primer marqués de Comillas,

como él, fue lograda con actividades tan lucrativas como deleznables

como el comercio de esclavos

o el monopolio del trasporte de soldados a la guerra de Cuba.

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Un monumento erigido en el año de su muerte,

que representa a un minero agradecido a su labor,

destaca en el centro del poblado.

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Seguimos aguas arriba y, pasado Moreda,

el pueblo más poblado del concejo,

el valle nos muestra su vertiente más rural y tradicional.

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Y también algunos vestigios de antiguas torres medievales

que destacan al lado mismo de la carretera.

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Son los restos, aún en pie, de la torre de Soto de Aller,

un castillo nobiliario originario del siglo XI

que, a lo largo de los siglos, ha sufrido numerosos avatares y reconstrucciones.

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Hoy se encuentra al borde la ruina total

por el desinterés de sus propietarios,

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El primer propietario del que se tienen datos

es Pedro Díaz de Aller en 1100, hermano de Doña Jimena,

la que se casó con el Cid Campeador.

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Una hija de Pedro Díaz llamada Gontrodo

tuvo un romance en este castillo con el rey Alfonso VII

del que nació Doña Urraca “la Asturiana”,

que llegó a ser dos veces reina,

una por matrimonio con el rey de Navarra y otra por voluntad de su padre.

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Al lado de la torre, un pequeño camino escondido entre las casas,

nos lleva, a menos de un kilómetro,

al Santuario de Nuestra Señora de Miravalles,

patrona del valle, situado en un bucólico entorno.

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Este lugar de antiquísima devoción en la comarca

ha sido lugar de reunión del valle en momentos importantes.

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Aquí  se juntaron los alleranos en junio de 1808

para levantarse contra los franceses de Napoleón,

prometiendo volver al mismo lugar cuando cesase la guerra.

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Si seguimos por asfalto hasta un poco antes de Cabañaquinta,

a la izquierda sale un desvío bien marcado

que te lleva a la iglesia de San Vicente de Serrapio.

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Muy parecida en su factura exterior a la de Miravalles,

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merece la pena por sus pinturas y capiteles de estilo románico.

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En la sacristía se guardan varias lápidas precristianas

una de ellas dedicada a Júpiter Óptimo y Máximo

por los Arronidaeci y los Coliacini,

antiguos habitantes de este valle.

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Esta iglesia, que me pasé de largo en la excursión,

la fotografié durante la nevada de febrero de 2015.

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Desde aquí el viajero amante del trail,

tiene unas cuantas alternativas para disfrutar

de las pistas, que en todas direcciones,

salen de la carretera principal.

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Si lo que quieres es salir por asfalto hacia León

deberás continuar hacia el puerto de San Isidro,

que se ve allá al fondo.

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Si quieres una opción más trail,

puedes cruzar la cordillera por el puerto de Vegarada,

que está sin alfaltar en su vertiente asturiana.

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Y si lo que prefieres es disfrutar de las vistas de la cordillera,

basta que en Entrepenes (Entrepeñas)

tomes el puente de metal y madera que cruza el río,

para ganar altura por las pistas que continuan a la derecha

y subas a la Sierra de Conforcos.

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Allí se extenderá a tus pies la parte alta del valle del Aller

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y podrás bajar de nuevo a la carretera que va al puerto de Vegarada.

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Pero mi intención era continuar hacia la cresta que separa el valle de Aller

del valle  del Nalón, por una de las pistas más espectaculares

que una trail grande puede recorrer en Asturias:

la subida a Peña Mea desde Entrepeñas y Pelúgano para llegar a Fresnedo,

o si te lo propones, hasta Entralgo en la misma orilla del Nalón.

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Basta que en Entrepeñas,  junto al arroyo que hay antes del pueblo,

en un paso estrecho que hace honor al nombre del lugar

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te empeñes en el ascenso pronunciado y prolongado 

que te llevará al  Collado de Pelúgano.-

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Desde aquí puedes optar por recorrer la bajada hasta Fresnedo-

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O continuar hasta Entralgo

sin dejar de visitar el área recreativa de Campa Felguera

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un lugar perfecto para descansar

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y disfrutar de las espectaculares vistas que ofrece este lugar. -

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Si sigues adelante,

volverás a ser un civilizado trailero dentro del asfalto

y habrás llegado al valle de Nalón.

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En tu recorrido por el valle del Aller

encontrarás lugares con encanto

que no vienen en los mapas…

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Y podrás recordar

a aquellos que, antes que tú,

recorrieron estas rutas

y no se resignaron.

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Dedicado a Euge, el motero que primero me enseñó

las maravillas de estos valles.