Ruta trail a Los Ancares

Ruta trail a Los Ancares 

 

Las tardes con tertulia sobre los GPS

del grupo de Trankitrail dan para mucho,

incluso para preparar viajes en moto.


Así que el fin de semana del 15 de junio de 2019 dejamos de hablar de motos

y ns pusimos en acción Adolfo,  Jose Luis,

venido expresamente desde Madrid para la ocasión y yo.


Queríamos llegar a los Ancares leoneses desde el concejo de Llanera,

pasando por  Grao, Belmonte, Tineo, Allande e Ibias.

La idea era rodar por unas cuantas sierras solitarias

uniéndolas por las conexiones por carretera de los valles.


Salimos por pistas desde Posada de LLanera,

parando en la primera sorpresa del recorrido

Los Covarones del río Tuernes,

uno de los afluentes del río Nora,

una pequeña maravilla muy cerca del Naranco.




Continuamos hacia Grado

aprovechando tramos compartidos con vehículos del camino de Santiago





Rebasamos Grado por la Ruta de la Escanda,

y pasados Menes y Leiguarda,

encontramos las primeras pistas aéreas del recorrido.


Adolfo, que se siente ahora más actor que aventurero,

prefiere mirar a cámara,

y deja para después el paisaje infinito que tenemos por delante.




Vamos coronando sierras, pasando de un valle a otro.






Y vemos las primeras aldeas desde arriba, como esta de Espinaredo,

con una perspectiva más propia de golondrinos que de moteros.




Vamos camino de La Silva en Tineo,

uno de los pocos pueblos  de Asturias

que todavía no tienen acceso asfaltado.




Intento reparar a base de chispazos una pequeña incidencia

provocada por la pérdida de un tornillo de la batería de la Husky de Jose Luis,

sin ningún resultado.

Son las mágicas bridas plásticas las que una vez más nos sacan del apuro.




Como no hay ruta trail que se precie que no tenga un paso “jabalí”,

ahí va el nuestro…




Mirando al perrete bajo la panera,



veo que hay algo del track, preparado para la ocasión, que no cuadra.


Olvidé cargar las ultimas modificaciones para evitar asfalto

y hago un alarde de memoria por las carretaras  secundarias de Tineo

logrando dar una vuelta innecesaria para llegar a Pola de Allande.


A mis compañeros de viaje,

que gracias a los carteles de las carreteras

se han dado cuenta del engaño,

les cuento que es una “fantasía” propia de los hacedores de rutas.

Pero por sus caras intuyo que se han dado cuenta de la metedura de pata.



El caso es que llegamos a Pola de Allande,

donde nos ponen un bocata gigante

que ellos llaman “pincho de carne”.


Y de allí nos vamos a ver si todavía está en su sitio 

“el castro de San Chuis” una de las sorpresas del viaje.


Para llegar hasta el castro, toco el suelo con las costillas

en un herbazal para comprobar si el suelo es blando,

y les hago a mis compañeros una señal con el pulgar hacia arriba,

como para decir que “no hay dolor”,

aunque todavía hoy me cuesta tomar aire.




El castro ocupa una loma desde la que hay una perspectiva de 360 grados,

desde la que los romanos controlaban las minas de oro de los alrededores.




En el castro conviven dos modas arquitectónicas.

La mayoría de las edificaciones eran cabañas circulares u ovaladas…




… pero el lugar más alto desde el que se domina todo el horizonte,

está ocupado por una construcción rectangular,

aposento, probablemente, más del gusto de los intendentes romanos

que gobernaron, por entonces, estos lares.




Pasamos por collados y crestas solitarias hacia el sur,






en dirección al Valle del Oro, el Valledor.

.





El único refugio solitario que encontramos en Asturias,

lo encontramos cerrado a cal y canto.





Surcamos sierras altas, por lo que llegar al profundo valle,

por donde serpentean carreteras recientemente asfaltadas,

nos depara vistas espectaculares.






Por aquí todo es “del oro”, los pueblos y los ríos.







Volvemos a remontar nuevas sierras

dejando atrás las que hemos recorrido.




Aquí se pueden ver, detrás de mis sonrientes compañeros de ruta,

Adolfo y Jose Luis,

algunas de las pistas  por las que bajamos al Valledor.



Si todavía siguen sonrientes

es porque son grandes compañeros,

porque, a estas alturas, ya habíamos pasado

los peores tramos de la ruta,

que no pienso repetir en muchos años.


Y si Rubén, de Asturtrail, me pregunta,

le diré que son muy, muy fáciles

para que venga a comprobarlo por él mismo.



Dentro de poco nos vamos a asomar al valle del Navia.

Mientras tanto disfrutamos de una constante de este viaje:

las vistas aéreas que nos deparan estas sierras.  



Los carteles de los cazadores nos indican que estamos en Galicia,

lo cual no tiene mayor complicación para nosotros

mientras sigamos en España.


Ahora sí, el padre Navia se nos muestra a lo lejos.




Pero bajar a mojar los pies en sus orillas

nos llevará un buen rato por pistas de una belleza singular. 




Algún tramillo corto, destrozado por las avenidas de las últimas lluvias,

nos hace celebrar venir en grupo para acometer con tranquilidad

esos tramos de resultado incierto para moteros solitarios o con poca experiencia.






También hay alguna sorpresa inesperada

que nos hace desear llevar en el equipaje

algún modelo de sierra plegable.

Esta vez pasamos por encima.









¡¡¿?!!

.





Son las siete de la tarde, nos acercamos a repostar a San Antolín

Llevamos diez horas en la moto

y todavía nos quedan cuarenta kilómetros de pistas por las montañas de Ibias

hasta Balouta, en los Ancares leoneses, nuestro destino.


Las  pistas son fáciles y rodamos tranquilos según el plan previsto.

En el hotel nos esperan tarde.


Un descuido a última hora, cuando quedan 14 km a nuestro destino,

un despiste para mirar el GPS hace caer a Jose Luis,

que se lesiona en un tobillo  y en la mano.


Aguantando el dolor monta en la moto

y,  sin cambiar de velocidad,

y conduciendo con una sola mano,

logra llegar por pistas hasta Balouta.


.



 ¡¡¡¡Bravo, Jose Luis.!!!!

¡Menudo tipo!




El domingo amanece soleado en Balouta.

Realizadas las gestiones con el seguro,

nos despedimos de Jose Luis

que abandona el viaje.


Adolfo y yo continuamos la ruta

con el ánimo un poco encogido por el incidente de Jose Luis.


Iniciamos la mañana en modo seguro para abordar la vuelta.




 Nos despedimos de Balouta y de casi su única cabaña de teito.





Tomamos por pistas anchas el desvío a Tormaleo.




 Vemos a nuestros pies las, hoy, viejas minas de carbón a cielo abierto.




En la subida al puerto de Cienfuegos, visitamos el antiguo túnel

por el que los teleféricos pasaban el mineral de un valle a otro.



Con el único voto de Adolfo, lo mío fue la abstención,

pasamos el túnel, que no tiene salida factible para motos al otro valle.




Las vistas merecen la pena.




Además logramos las, desde ahora,

famosísimas y muy buscadas instáneas del afamado TRAIL MINERO.




En el Puerto de Cienfuegos se abre a nuestros pies un nuevo valle,

el valle de Fornela.




Nos acercamos a visitar el refugio de la pesca.



 Un cuidado refugio de este valle, que está siempre abierto

para dar cobijo a los viajeros que atraviesan estos parajes.






Paramos un rato a charlar…

.


 y yo aprovecho para meter barriga

siguiendo las amables indicaciones del reportero.

Joder, parezco otro.

¡Gracias Adolfo! 

Lo haré más veces.




Como esto es trail del bueno y no llevamos pan,

a su hora paramos en Guímara

para que un argentino que bajó a dedo hasta Usuaia, sin moto,

nos prepare  a la brasa lo que le parezca.




Ruteando por la carretrilla del fondo del valle,

pasamos junto a las instalaciones de bienvenida del Castro de Chano.




Y cerca de Páramo del Sil encontramos esta escultura sobre un viejo tocón.




Allí comienza una ruta de más de cuarenta km de pistas aéreas

por la sierra de Gistredo, que suelo recorrer de vez en cuando

por las bellísimas vistas  que proporciona.




Parece que a Adolfo tampoco le disgustan.




Dejamos a un lado el desvío a Primout,

un pequeño y remoto pueblo del fondo del valle.




En nuestro recorrido interminable por la sierra



encontramos cuatro refugios,  todos abiertos y bien conservados.












Desde los altos de la sierra vemos al norte una ladera

con algunos pueblos abandonados: Montes de la Ermita y Urdiales.


Bajamos al fondo del valle…



y vemos las pistas que nos acercarían a ellos.

Pero ya es tarde para hacer estos desvíos

porque nos queda mucho camino para volver a Asturias.




Dado lo avanzado de la hora dejamos para otra ocasión

las pistas que nos llevarían al Valle Gordo de Omaña.

Y avanzamos por una revirada carretera muy del gusto del motero

desde Igueña hasta Riello.


Desde Salce atravesamos los pasos de montaña…



para llegar al Collado del Remansadero …



donde  hace unos años unos cuantos habitantes del universo

vinieron a hacer sus reuniones.


Ver las imágenes de origen


Nosotros, que a estas horas, no estamos para reuniones ni congresos

sino para dar parte a la muyer de donde estamos,

seguimos hacia Abelgas por una bonita ruta de montaña

por donde asoma la caliza sin rubor.



Yo creo que a Adolfo le ha dado el visto bueno la muyer,

pero no logro ver, por lo tapado de su casco,

si está alegre y contento,

o tenso y preocupado

por lo avanzado de la hora,

cuando todavía nos quedan más de dos para llegar a Asturias.



Iniciamos la subida del puerto de Pinos cuando el sol ya ha declinado.



Hacemos alguna foto casi por compromiso.



 Resolvemos como es debido los vadeos obligados.



Fotografiamos a los caballos, que esto es un puerto ganadero.



Abrimos la portilla que hay antes de la “trampa saducea”,

que afortunadamente Adolfo no ha llegado a conocer.




Y que, con esta foto, le enseño a mi compi en qué consiste…

.



Por eso creo que se debe reir tanto.



Pero joder, Adolfo.

¿De qué te ríes?,

si hace un frío del carajo aquí arriba

y todavía nos falta más de una hora para llegar a casa

bajando por un puerto que, de tan hecho cisco que está,

sale hoy en el periódico.

 

 



Vamos Adolfo...

¡¡¡Que nos mata la muyer!!!