Las interesantes costumbres de Francia

 

Las interesantes costumbres de Francia

Al día siguiente, comprobé un hecho curioso:

salí de viaje un sábado, me acosté un sábado,  me dormí un sábado…

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¡¡pero me desperté un domingo!!.

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Ya sé que direis que no es ninguna sorpresa,

que eso lo saben los niños más pequeños,

aunque no sean franceses,

y que, para vosotros,

que tampoco sois franceses,

es una cosa sin importancia.

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¡¡Pero cojones!!

es que a vosotros no os despertó el cabrón del obispo de la catedral de Rodez,

que los domingos por la mañana tiene por costumbre atronar al pueblo

con todos los ruidos que sabe hacer con las campanas de su iglesia.

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Pero qué culpa tendré yo

de que la catedral

sea más bonita las noches de los sábados

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-que

 que la mañana del domingo.

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y de que eso no tenga remedio

por más que el obispo

se pase la mañana tocando los coj…

digo las campanas.

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Otra cosa curiosa que me pasa,

aunque esta ya me pasaba antes de llegar a Francia,

es que da igual los kilómetros que haya recorrido el día anterior,

que cuando me levanto por la mañana es como si no supiera andar en moto.

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Esto, que realmente es un problema

cuando voy con Xosenel y mis amigos de Asturtrail,

tiene menos importancia cuando viajo solo.

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Es más, creo que me vendrá muy bien

dar una vuelta por las Dolomitas

para ver si aprendo a andar en moto

de una vez para siempre.

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Por otro lado, el francés no me parece tan difícil.

Solo hay que fijarse un poco en los carteles

para saber qué es cada cosa.

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En Francia está todo en su sitio

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y tiene flores.

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No domino el francés,

ni conozco mucho la cultura francesa,

pero me admira el gusto que hay por toda esta zona por el “terroir”.

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Continuamente encuentro alusiones a los productos “du terroir”.

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No me extraña, ya que el “terroir” se produce por aquí de muchas maneras:

atravesando Gorges,

Corniches

y Falaises por carreteras imposibles,

descendiendo cañones, haciendo puenting, rafting, etc, etc.

Y hasta creo que se comen un queso de cabra que huele a rayos.

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Yo hoy he tenido mi propia dosis de “terroir”

atravesando las Gorges de l´ Ardeche,

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unas rutas espectaculares

en las que he procurado acercarme muy poco a los precipicios,

más aún no sabiendo andar muy bien en moto.

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Por la tarde llego a la Provenza,

donde la gente tiene la costumbre de hacer poesías de amor platónico,

muebles de madera maciza

y vino a su manera en los “domaines” en los que cada familia, 

además de enseñarte cómo hace “su vino”,

te enseñan a admirar, también a su manera,

este paisaje tan cuidado de viñas y cipreses.

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Duermo en Malaucene, en el paseo de los plátanos centenarios,

muy cerca de Carpentras y de Mont Ventoux .

Por aquí estuvo exiliado un tal Petrarca,

que además de hacer poesías muy famosas,

dicen que inventó el alpinismo sin darse cuenta,

al subir a un monte, el Mont Ventoux,

sin ningún fin práctico, solo por amor al arte.

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Tengo que mirar en los libros del bachillerato

a ver quién era este alicate de Petrarca,

porque su nombre me suena mucho.

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Yo creo que esto de andar en moto le hubiera gustado

ya que no veo que tenga un fin muy práctico

y que más bien es por amor al arte de conducir la moto,

que espero que cada vez se me de mejor.

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La subida al Mont Ventoux la hago por una carretera entre pinos,

con carril bici y más de dos mil o tres mil ciclistas.

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Como podeis ver,

lo blanco no es nieve,

sino caliza desnuda.

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Si alguno de los ciclistas no se muere en el intento,

en la cima encontrará un puesto de recuerdos,

otro de gominolas

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y otro de salchichones.

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A mí se me escapa

para qué quiere un ciclista un salchichón y unas gominolas

después de haber llegado vivo al Mont Ventoux.

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Un misterio más de la cultura francesa.

Pero debe ser para algo muy importante porque en todos los montes de por aquí

hay puestos de salchichones y de gominolas.

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Lo que más me llamó la atención de la subida al Mont Ventoux

es la enorme cantidad de mujeres solas

que se encuentran en las cunetas

apostadas para hacer fotos a los moteros que subimos.

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A mí me hicieron varias.

Y como motero me siento orgulloso de este interés de las francesas por nosotros,

pero su comportamiento me desconcertó mucho al llegar a la cima.

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Allí su interés se centra únicamente

en los ciclistas que llegan sudados a la cumbre,

a los que besan y abrazan con mucho cariño,

como si los conocieran.

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Este interés de las francesas por los hombres sudados

lo he constatado también en los múltiples caminos

que salen a ambos lados de las carreteras.

En ellos he visto a muchas mujeres siguiendo a hombres sudorosos,

a veces con muchilas enormes,

me imagino que llenas de gominolas,

y con un palo en cada mano

haciendo lo que ellos llaman “randonneés”.

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Yo sudo muy poco, a pesar de que hace mucho calor

y que, por seguridad, no me quito la chaqueta.

Por eso las francesas no me hacen mucho caso,

salvo en las subidas a los puertos por las fotos.

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Creo que a partir de hoy solo me ducharé una vez cada quince días

y quizá deje de echarme colonia,

a ver qué pasa.

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Aquí hay que estar muy atento.

A los puertos les llaman solo “col”.

Col de tal, col de cual.

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y la cosa consiste en llegar a todos los “col” que puedas

sin dejarte ninguno

y luego volverte a casa.

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-Viajes con una burra por los montes de Cévennes (R.L. Stevenson)-Trabalibros

viaje

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Al “col” se sube por una cuesta muy larga,

cuanto más larga mejor

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y se baja por otra

que está al otro lado, a veces, con más cuesta aún.

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El “col” siempre está en el lugar más bajo

de las partes más altas

que hay entre las montañas.

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Da igual cómo subas al “col”.

Hay gente que sube andando,

otros van en furgonetas con casa,

otros van en bici y otros vamos en moto.

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A mí me parece que no es complicado para los caminantes,

ni para los de las furgonetas,

ni para los ciclistas.

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Pero sí que es complicado para nosotros los moteros

que llevamos máquinas de 90 caballos

y más de doscientos kilos

solamente sobre dos ruedas.

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A mí me dan vértigo estos puertos con precipicios,

sin quitamiedos,

en los que ves venir de frente a una autocaravana de esas,

que aquí hay muchas,

que son más anchas que la propia carretera

y te tienes que apartar.

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Y yo, claro, lo paso muy mal.

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De hecho, esta mañana, subiendo al Col de la Bonette,

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una carretera que la han hecho para que sea la más alta de Europa,

o sea, sin ningún fin práctico, solo por amor al arte,

y que tiene un precipicio a la derecha me ha pasado una cosa curiosa:

me he convertido en inglés.

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De repente, cuando se acercaban esas autocaravanas

y yo tenía el precipicio a mi derecha,

sin poderlo evitar,

me convertía en inglés

y comenzaba a circular por la izquierda.

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Hasta cuando leía los carteles

las cifras de los kilómetros

me salían en inglés:

Saint Etienne… fifteen kilometer.

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Y eso que del método de Assimil de inglés

yo solo me aprendí eso de “My taylor is Rich”,

que ya me direis

lo que le importa a un inglés que mi sastre se llame Ricardo.

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Pues eso, que de momento,

el que me quiera adelantar en estas carreteras

o se quiera cruzar conmigo lo tiene que hacer por el lado del precipicio.

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Como tengo mapa y GPS,

mañana me buscaré los “col” que tengan el precipicio siempre a la izquierda.

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Por cierto, el Col de la Bonnete es una sosada.

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En lo alto no hay ni gominolas ni salchichones,

solo una piedra.

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Y si quieres subir a la cima tienes que subir otro trecho …¡¡¡andando!!!

Y eso, claro no es para moteros.

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Estos Alpes me están decepcionando un poco.

Resulta que en esa carretera que dicen que es la más alta de Europa

veo un cartel que pone …

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Ahora resulta que todo esto está a tiro de piedra de la Costa azul.

O sea que me he venido tan lejos para acabar haciendo

las excursiones domingueras que haría cualquier mierda de los Grimaldi.

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Naturalmente, las carreteras que van a los “col”

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pasan por pueblos,

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en los pueblos hay plazas,

en las plazas, iglesias,

las iglesias tienen una torre…

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Pero como no hemos venido a ver pueblos, ni iglesias, ni torres

ya no pongo más.

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 Solo pondré “col”.

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No hay manera de ahorrar en Francia.

Todavía no sé de qué color son las clavijas de la tienda Ultraligth 3 Pro

en la que me gasté un pastón con el fin de ahorrar mucho dinero en alojamiento.

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Cuando yo considero que es hora de llegar a un camping,

ellos llevan varias horas cerrados. Y así todo.  

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Además el suelo está lleno de piedrecillas

y en los hoteles de por aquí son muy simpáticos.

Así que de momento,

ni ahorré en Decathlon,

ni ahorro en los campings,

ni ahorro en los hoteles.

¡¡¡Viva la France!!!

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