Mi vida en un camping
Hoy me he encontrado, al atardecer,
un camping municipal abierto
y sin piedrecillas en Bramans, un pueblo francés,
casi al pie de la frontera con Italia.
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¡¡¡Hummm.!!!
Por fin voy a conocer el color de las clavijas
de la tienda de campaña.
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Escojo el lugar, saco la tienda de su bolsa
y me dispongo a pasar un agradable día de camping.
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La tienda es de último modelo.
Es una tienda moderna,
no como las viejas canadienses que ya nadie quiere.
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Cuando la despliegas
no sabes lo que es para adelante ni lo que es para atrás.
No ves la puerta, ni ves nada que parezca una cabecera.
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No importa, porque es un modelo autoportante,
que casi, casi se monta sola.
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Autoportante quiere decir que todo está unido,
el suelo, el techo interior y exterior,
por un lío de ataduras que, al no ser fijas,
se pueden soltar en cualquier momento
y que no sabrás unir de nuevo.
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Y que si eso pasa
tendrán que venir los ingenieros que la diseñaron a montarla.
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Y eso no está incluído en los seguros de asistencia.
¡¡Que lo sepas!!.
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Echo más de un cuarto de hora
para montar una tienda autoportante que,
según los fabricantes,
se monta en cinco minutos.
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¡¡¡Por dios, esto con las canadienses no pasaba!!!
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Cuando entro en la tienda
compruebo que los diseñadores de tiendas modernos
deben ser gafapasteros y vivir en un mundo distinto al tuyo.
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El suelo es de papel de fumar, transparente.
Cualquier piedrecilla, ramita o astilla lo hará papilla al primer intento.
No te digo nada como llueva de verdad.
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¡¡Así cualquiera hace tiendas ligeras!!
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Sin embargo lo primero que ves a la entrada
es un enorme cartel previniendo del peligro de incendios,
como si a la gente se le ocurriera hacer hogueras
dentro de este cuchitril.
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¿Pero por dónde va a salir el humo,
si en una tienda de tres, no cabe uno sentado?
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Está claro que inventan las tiendas con el culo.
No te puedes poner de rodillas en la tienda.
Si te tumbas y estiras el brazo tocas en el techo.
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Y el día que llueva,
si no cierras completamente la cremallera del sobretecho
te entrará agua en el interior.
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¡Y eso que esta era para tres!.
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La verdad es que con la caída de la noche,
la aparición de las estrellas
me depara un primer momento romántico.
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Pero dura bien poco,
ya que enseguida aparece el momento
“cómo me duele la espalda en esta postura”,
al que le sigue el momento
“joder qué frío hace en este sitio”.
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Tal es mi impaciencia motera,
que a las cinco de la mañana,
mucho antes de que amanezca,
estoy entretenido consultando el GPS
para ver rutas hacia las Dolomitas.
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Sin embargo, una vez cogido el sueño,
no me despierto hasta las ocho,
gracias a un helicóptero en vuelo estacional
que sobrevuela el camping,
seguramente para comprobar
que las alineaciones y paralelismos de las tiendas son las adecuadas
y que no hemos pisado ninguna flor.
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El tío es un fenómeno
porque la segunda cosa más dificil de Battefield2
es ganar una bandera haciendo vuelo estacional con el helicóptero.
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Lo más dificil de Battefield2 es,
como en cualquier guerra,
que no te maten en el primer minuto.
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Abro los ojos gracias al helicóptero
y me quedo acojonado. ¡¡¿?!!
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Yo no he hecho nada, lo juro,
pero la tienda aparece llena de plumas
como si me hubiera follado una gallina.
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Debe ser la manera que tienen los diseñadores gafapasteros de Decathlon
de convertir los sacos de invierno en sacos de verano
con el paso de una temporada.
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¡Me han vendido un saco autoconvertible!.¡ Bravo.!
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Como en Battlefield2,
el helicóptero se va en cuanto aparece una avioneta.
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¡¡Menos mal!!,
porque he llegado a pensar
que estaban buscando a la gallina.
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Cuando me dispongo a recoger las cosas del camping
nada cabe en la funda en que venía.
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No intento ir contra esto,
ni siquiera comprenderlo.
Sé que es así y punto,
aunque nadie lo quiera reconocer.
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La única solución es meter cada cosa en la funda de un objeto mayor:
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la almohada en la funda del colchón autohinchable,
el colchón en la funda del saco,
el saco en la funda de la tienda
y la tienda directamente en la maleta de la moto.
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Con este sistema,
además de poder recoger
sin que la mala ostia se te apodere,
te sobrará una funda de almohada
que, en realidad,
tiene el tamaño ideal
para meter los calcetines sucios.
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¡¡Los calzoncillos no!!
que todavía no están bastante sucios.
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Otra regla del camping es que todo lleva mucho tiempo
porque todo hay que hacerlo dos veces:
recoger las clavijas,
sacudir la tienda,
secar la tienda,
doblar los palos,
plegar la tienda,
recoger las clavijas que faltan,
volver a plegar la tienda,
doblar los palos, pero ahora bien,
secar otro poco la tienda
y así indefinidamente.
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Así que, entre quitarme de encima las plumas de la gallina,
esconderme del helicóptero, porque algo sabían,
y recoger las cosas,
me han dado las doce y media,
que es la hora
de irse a comer en Francia un pollo a l´ast.
Je, je.
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