XT Olvido pass
La ocasión lo merecía.
Llevo varios días leyendo crónicas de viajes
por todo lo largo y ancho de este mundo.
Esos moteros de las crónicas
recorren sin descanso
y, lo que es peor, sin avisarme,
parajes maravillosos y exóticos
en lugares a los que solo me puedo acercar
tocándolos con el dedo en un mapa.
Tengo la cabeza inundada de nombres
que me evocan lugares mágicos, increíbles, misteriosos:
Zagora,
Mosquito pass,
Tombuctú,
las montañas Virunga,
las fuentes del Nilo,
Tzin-tizit,
Fusher pass,
Jmaa El Fnaa,
la ruta de la Seda,
the Khyber pass,
y tantos otros…
Me voy a volver loco de tanto sobar
con mis dedos las páginas del atlas.
Pero esta ocasión lo merecía.
Miguel, que ha tenido mala suerte últimamente con sus motos,
viene a Asturias desde la meseta
con su nueva compañera: la XT,
dispuesto a olvidar por unos días
las otras motos que han estado dando guerra.
Así que hay que darle la bienvenida que se merece.
Vamos a cruzar juntos las montañas de la Cordillera Cantábrica…
Me voy al atlas a ver por dónde queda eso.
Para ir a su encuentro, de buena mañana,
me adentro en solitario por el “Josafrik pass”.
Reunidos en Cistierna,
juntos abordamos por la ruta de Pacobustar,
el viejo camino que recorrieron las legiones.
.
.
Este es el llamado “Camino olvidado”,
la ruta más desconocida e ignorada
de los peregrinos que se dirigen a Santiago.
Estos lugares,
que primero recorrieron los romanos
con sus manes, lares y penates,
los peregrinos cristianos los convirtieron
en lugares milagrosos,
en que se aparecieron vírgenes,
y los ángeles dieron sus maravillosos vuelos,
para colgarse mágicamente de una repisa
y excitar la imaginación de los creyentes.
Estamos en la Iglesia de la Virgen de Velilla.
Miguel como buen viajero,
está dispuesto a todo,
y su XT parece que también,
así que seguiremos adelante.
Ni las alambradas
ni las cancelas
frenaran el avance de nuestros dedos recorriendo, hoja a hoja,
este capítulo de nuestro particular atlas.
Rodearemos por el Este
aquel imponente macizo,
casi blanco, que se asoma en el infinito,
“Las montañas grises”.
Iremos muy atentos para no despistarnos.
Dejamos a un lado el serbal de los cazadores,
y oiremos muy cerca el zumbido
en el campo de los panales multicolores.
Como ya saben todos los viajeros,
el cruce por la garganta de las montañas negras
debe hacerse con cuidado.
Pero si lo hacemos bien,
un nuevo universo aflorará ante nosotros
en el collado de El Zorro.
En la Carbayeda de Robregordo avanzamos sin mirar atrás.
¿Nos estarán observando, quizás,
los espíritos de los bosques cantábricos?.
¡Pasa deprisa Miguel, no te entretengas aquí!
En el fondo del valle encontramos
las tenadas de los pastores,
pero seguimos sin ver a nadie.
Tampoco aquí encuentramos su ganado.
Una vez que dejamos atrás los misteriosos bosques,
ahora sí, podemos descansar,
.
.
antes de adentrarnos en el profundo y encajonado valle…
por el que rodeamos la Sierra del Dinosaurio.
Unas millas más adelante,
.
.
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tras cruzar el Collado de la cabaña
nos encontramos de nuevo “Las montañas grises”.
También hollamos la ruta de los champiñones.
La tarde avanza sin descanso.
No podemos detenernos,
aún debemos recorrer
los serpenteantes caminos…
.
.
de estos solitarios parajes.
El sol declina
y hará que nuestras sombras se alarguen
en el llano de los fantasmas.
En las montañas, pronto dejaremos de sentir sus cálidas caricias.
y en la vieja mina lo veremos desaparecer…
Ni siquiera paramos a beber en las fuentes.
Todavía debemos de cruzar el río del Olvido.
En la Garganta del pastor
nos encontramos el primer hombre
que vemos en este territorio.
Es un pastor nómada de las tierras de Extremadura
que viene a hacer gozar a su ganado
en los feraces pastos de las montañas
que rodean el río Curueño,
al que los romanos llamaban el río del olvido.
¡Sígueme Miguel!
Por esta vieja carretera llegaremos al Curueño.
Con suerte llegaremos a Asturias con las últimas luces del día.
.
.
Cruzamos el Curueño
por alguno de los viejos puentes
.
.
de los que nos habló Llamazares en sus libros
que leímos alrededor del fuego.
.
Y remontando aguas arriba
subimos por Vegarada,
la vega, nunca arada, en la que dudamos
si todavía nos acordamos de quiénes somos.
- Rodrigo ¿Te acuerdas por dónde continua el camino?
- Creo que si buscamos el manantial de las nieblas,
el camino hacia nuestro destino no tiene pérdida.